EL GRAN PARTIDO

Posted on 23:18:00 by Paco Palafox


EL GRAN PARTIDO
paco palafox
escrito 1998



Era domingo al mediodía.

Unos amigos estaban de visita en la ciudad y una de las cosas que más querían
hacer
era visitar el Estadio Azteca.
Uno de ellos, Sergio, tenía ya el nombre de los equipos
que jugarían ese mismo día,
el América contra el Toluca.
Como te imaginarás no soy una persona a quien le
guste mucho el fútbol.
Después de tratar de evadir la proposición y dar opciones que no los convencieron a desistir de
su idea de ver el partido, nos dirigimos al estadio. La verdad no me
gusta pero aunque a veces trates de negarlo, la
emoción de estar dentro de ese enorme
lugar es algo único. Casi cien mil personas llenas de emoción, gritándole a su
equipo favorito, te contagia.

Las camisetas, banderines, trompetas, gritos, espuma,
porras y todo lo que hacía identificarse a cada individuo con
su favorito era
increíble. El estadio se dividía en dos colores básicos, el rojo y el amarillo. Yo de jugadores no sé ni
los nombres. Me acordaba de alguno, pero me dijeron que esos
ya no estaban en el equipo. No me importó y lleno
de ánimo me compré ahí mismo una
camiseta y una bandera para apoyar al equipo.

¿A cuál? No importa, la idea era
simplemente estar a tono del evento y no estar con cara de extranjero en plaza
pública.
Al entrar al estadio todo era emoción. Podías sentir una especie de éxtasis y euforia causados por el ir y
venir de un balón y 22 personas luchando por tenerlo en su dominio.
Toda la gente se animaba, gritaba y expresaba
lo que sentía, y cuando había un gol,
el estadio parecía explotar. Algunos como que lloraban, otros reían y algunos
más
peleaban. El árbitro se llevaba casi siempre una lluvia de maldiciones y no se diga del jugador que teniendo
todo para hacer el gol, fallaba en el instante preciso.
Todo era un mar de emociones, emociones que dentro de mi no
tenían significado alguno.


Yo llevaba los colores del equipo, pero mi emoción era superficial, me daba igual si
anotaba el gol un equipo que si
lo anotaba el otro porque simplemente no me
identificaba con nadie. Sin embargo, las personas que estaban cerca
de mi estaban
completamente apasionadas. No importaban las diferencias sociales o culturales, si uno era
licenciado y el de junto era un taquero, o si el de al lado viajaba en auto
de lujo y el otro había llegado en transporte
público, se rompían todas las barreras
en el ritual del gol, en la identificación con el equipo y lo que los jugadores
representaban. En esos momentos no existía nada más importante en su vida que el ir
y venir del balón.

La vida es como un gran estadio de fútbol: diferentes formas de ser y pensar,
diferentes culturas. De los casi cien
mil que había en el estadio solamente 22 eran
los que cargaban con la responsabilidad del juego, ¡sólo 22
protagonistas de casi
cien mil!, lo que nos da un porcentaje exageradamente pequeño de quienes eran los que
controlaban las emociones de todos los ahí presentes, y de esos 22 se recuerdan más a
los que destacaron por
sus mejores jugadas, y aun más, a quienes metieron esos goles
que definieron el partido. De la misma manera,
de entre millones de personas, solamente los que se deciden a
"jugar" son los que van a lograr lo que se proponen,
son los que van a "ganar el
juego", los que se identifican con un ideal, en este caso el ideal de triunfo y de lucha
por su equipo.


Aunque en esta ocasión yo llevaba puesta la camiseta de uno de ellos y me emocionaba
un poco por las jugadas,
eso no me hizo un jugador. Miles más como yo la llevaban,
esos otros miles tampoco bajaron al terreno a jugar.
Simplemente fuimos espectadores
emocionados y aunque en sueños nos hubiera gustado ser quien metía el gol,
no lo
fuimos, así como tantos millones de personas sólo sueñan con llegar a hacer algo, pero son simples
espectadores de la vida, y los escuchas hablar de sus proyectos y lo
que les gustaría hacer y lograr, pero no
pasan de su boca. Nunca lo llevan a la
acción porque no tienen el valor, la determinación ni la agresión para lograrlos.

Nos hace falta la identificación con el equipo, sentirnos parte de el, aprender más, conocerlo de fondo,como en la
iglesia. Tal vez simplemente eres un mero espectador y
en alguna ocasión te emociona ver lo que alguna vez hizo
contigo mismo, pero no
tienes la plena identificación con Jesucristo. No sientes que en realidad viva dentro de ti
como tantas veces lo has escuchado y hasta compartido con otros. Estar firme en
la fe, es estar identificado y
saber el por qué crees en lo que crees.
No podemos estar dentro de la vida sin saber por qué estamos en ella.

Hoy estamos
viviendo tiempos en los que los jóvenes principalmente no sabemos a donde dirigirnos porque
simplemente no nos identificamos con nadie. No encontramos líderes que nos
ofrezcan soluciones o propuestas
creíbles. Es una sencilla cuestión de decisión de
tomar parte con Jesús y ver qué dice su palabra. Mientras el
partido seguía, mi mente empezó a volar y de pronto me vi a mi mismo
jugando al fútbol, la gente aplaudiendo,
y emocionándose, yo corriendo de un lado al
otro tratando de hacer mío el balón. Veía en los otros jugadores los
rostros de mis
amigos, de los compañeros en la iglesia, como si estuviéramos formando todos un equipo.

Volteaba afuera de los límites del campo y veía a nuestro entrenador, Jesucristo,
diciendo cómo y por dónde
avanzar. Fue una imagen muy agradable, y es un anhelo que
sé que muy pronto será una realidad, el trabajar juntos,
identificados con Jesucristo,
obedeciéndole y unidos como un solo cuerpo en Él. Tú y yo tenemos hoy la decisión
de ser simples espectadores en el estadio de la vida
o de ser jugadores que anoten gol, y no solamente un gol,
muchos goles. Nadie dice
que es sencillo, tenemos que pasar por muchas pruebas, por un entrenamiento duro,
algunas veces cansado, pero si soportamos el proceso, estoy seguro que vamos a llegar donde queremos llegar,
y a recibir no solamente el aplauso de casi cien mil espectadores, sino el aplauso de Dios.
Decide identificarte
plenamente con Jesucristo, para que otros se identifiquen
plenamente contigo.



paco palafox 1998