AZUL HOTMAIL


AZUL HOTMAIL
Paco palafox
2007


Nora compró un boleto a sus fantasías con 1 Giga de velocidad, con el cual viaja por Internet la mayor parte de su tiempo, negando a sí misma el poder de la realidad.

Puntual llega a sus citas sin tiempo, muchos la conocen en ese viejo Chat: “La_Princesa_Mia” acaba de llegar, en los privados con su gran honestidad, dice que no es bonita pero está dispuesta a hacer lo que sea por una amistad.

Nora trata de ocultar la tristeza de su vida gris con animaciones de colores en versiones flash, iconos de alegría y sonidos de ansiedad, su letra cambian de tamaño como cambia su emoción, a un lado del monitor la caja de dulces chocolates casi por terminar, y en el reflejo de la pantalla una amarga sonrisa irreal.

Las manecillas se deslizan al ritmo de su selección en el winamp, con música triste trata de alegrar su corazón, reacomoda fotografías de un platónico que nunca la llamó, con habilidad abre y cierra ventanas al platicar, mira archivos y abre heridas, visita su myspace, cierra ventanas y vuelve a abrir su emoción, así maneja su vida, pero Nora, la vida verdadera no se maneja con un “maus”

Sigue platicando y su Messenger no deja de sonar, conocidos desconocidos que no dejan de saludar, a todos les dice: “hola, ¿cómo estás?”a algunos un poco más, abre y cierra, y sus clicks toman el ritmo de su corazón, agrediendo su mente, enlodándose entre páginas de belleza artificial, bajando imágenes que exaltan la profunda superficialidad, cubriendo su necesidad de amor sigue platicando con otro desconocido de nick: “Sableman”

Sube su video en youtube y su foto al nuevo metroflog, deseando ser mirada con amor, como carnada de pasión, como trozo de alguien más.

Nora pasa sus vacaciones en la silla de oficina, con los ojos rojos de comerse el monitor, con las piernas dormidas de casi nunca caminar, y ese dolor en la muñeca que le causa el suspirar; la caja de chocolates sin vida que compartir y una nueva a medio morir.

Sube nueva foto, tomada frente al espejo, de arriba hacia abajo, con su propio celular, esto no es su blog, es el “Sexy o no”. Con sus datos personales diciendo:
“Soy buena onda, soy genial soy única en el mercado, aprovecha estoy de promoción, busco amigos y si surge…algo más, me gustan los antros, las fiestas y la música para bailar, soy soltera y sin compromiso. aunque experimentada en besar”

Nora busca a su príncipe azul entre sapos de Internet, a veces muestra su sonrisa en la cámara del monitor y casi siempre del otro lado le piden que enseñe más, Nora se sonríe tímidamente y les dice que no la convencerán, aunque por dentro esas ganas de mostrarse le incendian el deseo y se atreve un poco más, en sus textos muestra inocencia, pero su mensaje oculto va más allá, no pasan quince minutos cuando la ropa a su lado tirada está.

Ayer a las seis tuvo otra cita, con otro el desconocido del Chat, fue en café de la plaza, pero sabe que la invitación al hotel es la siguiente que vendrá, no es primera vez que le sucede, eso también ya se repitió, aunque se jura a si misma que a suceder no volverá, pero esa es su única defensa contra la soledad, Nora aun pinta de azul a sus falsos príncipes, de un azul hotmail, evadiéndose de la realidad.

Nora, deja ya de buscar, Tu príncipe no es azul Hotmail, sino azul Celestial, no se escuda en otra personalidad, ni se pinta con tonos de falsedad, no busca lo suyo, sino lo correcto, no te presiona sino más bien te tiene la paciencia necesaria en el tiempo perfecto, tu príncipe no te exige ni hace sentir culpable, más bien te apoya y te hace sentir confiada, te trae paz y no estresa tu alma, tu príncipe no es Azul Hotmail, tu príncipe está ahí cuidando tu espalda cuando estas sentada frente al monitor, te mira con amor sin que te des cuenta, cuida tus pasos a pesar de que te gusta tomar caminos peligrosos, te ve llorar en tu soledad, conoce tus sueños y te los quiere regalar, sólo que no lo escuchas porque vives a gran velocidad, pero tomate unos minutos y apaga el monitor, cierra tus ojos y en medio de esa oscuridad tu azul llegará.
Pensando en Él, lo podrás sentir, le podrás hablar y Él contestará, no a través del Chat sino a través de tu corazón, Deja que ese príncipe Azul, sea solamente: Jesucristo.









www.pacopalafox.com

UNA ORACION POR MI



UNA ORACIÓN POR MÍ

Paco Palafox

2001



Julián tuvo una infancia normal, asistió a una escuela particular y sus padres vivían juntos a pesar de tener algunos problemas, nunca tan fuertes como para que el corazón de Julián guardara algún rencor en esos años de infancia.



A los 8 años le costaba mucho poder leer sin pausar constantemente, tenía un leve problema que hacia de Julián un niño con problemas de tartamudez, no era siempre, solamente se le acentuaba cuando se ponía nervioso, cuando tenía que leer algo frente a sus compañeros de colegio, cuando estaba frente a su maestra o a veces cuando sus padres discutían.



Julián cumplió 13 años, siempre le costaba mucho trabajo el poder hacer amigos, su timidez se acentuaba con su problema al hablar, y a eso se le sumaba la burla de sus compañeros de colegio y más aún de sus familiares, quienes le hacían una burla constante cuando tardaba más de lo normal para decir alguna frase.



Casi nunca asistía a actividades fuera de casa o del colegio, pasaba las tardes encerrado en su recámara escuchando música, o pegado al monitor de su computadora con algún videojuego en el que podía pasar horas enteras sin despegar la vista ni por un segundo, concentrando toda su atención de esas luces de colores y sonidos repetitivos del videojuego, la fantasía adolescente lo hacia sentirse el protagonista del juego, un hombre fuerte, de aspecto atractivo, hábil para desafiar al enemigo y vencerlo, con nuevas “vidas” en cada nueva “misión”, Julián veía reflejado en un dibujo de computadora lo que no podía ver en el espejo de su recámara que diariamente lo saludaba con una mirada de vació y soledad.



A los 17 era un completo solitario, no había día en el que no se quejara de su problema al hablar, se miraba en ese espejo tratando de darse ánimo a si mismo, pero al ver lo flaco que era y su cara con algunos granos normales de esa edad, solamente sentía ganas de morir, llevaba dos años enamorado de una chica que estaba en el mismo salón de clase, pero nunca se atrevía a hablarle por el temor al rechazo, en silencio y a escondidas le escribía cartas que sabía que ella nunca iba a leer, le dedicaba canciones que solamente él escuchaba y vivía lastimando su interior.



Ocasionalmente asistía a una iglesia cristiana que estaba cerca de su casa, era su única “vida social”, y más que un gusto propio, iba acompañando a su mamá quien había encontrado en ese lugar un soporte a los problemas que tenía en casa. Pero aun ahí Julián no hablaba con nadie, y como es normal nadie de la iglesia se interesaba en él, no parecía tener algo especial como para acercarse a saludarlo a no ser el obligado “Dios te bendiga” acompañado de una forzada sonrisa de aquellos que están en la puerta de la iglesia recibiendo a la gente.



Julián seguía una vida sin vida, su único amigo era el héroe del juego de la computadora, su única vida era encerrarse a escuchar música toda la tarde, sus únicos sueños, no haber sido como era sino como aquellos que todos queremos ser alguna vez, rodeados de gente, de aspecto agradable, siempre felices: pero Julián simplemente se dejaba caer en su propia amargura, de entre el ruido de la música de su encierro, lagrimas reprimidas salían del fondo de su alma, parecía que ya no podía más.



Ese sábado fue el que marcó la diferencia. La mamá de Julián entre regaños amables trataba de animarlo para que fuera a la iglesia, estaría en concierto ese grupo del cual semanas antes le había regalado el disco compacto, mismo que Julián ni siquiera intentó escuchar.



Llegaron a la iglesia y con un retrazo de más de una hora por fin comenzó el concierto, entre luces de colores sin intención, los acordes de la música llamaron la atención de Julián, el vocalista era un joven de aspecto nada fuera de lo normal, no tenía estampa de artista de esos que salen en la tele, pero trataba de manejarse como tal. Poco a poco, canción a canción Julián dejó su mundo interior para entrar al mundo real, hubo una canción que llegó muy profundo a su corazón, hablaba de la soledad, del vacío que tenemos y que solamente Jesucristo puede llenar.



Julián sintió algo especial en ese momento, una especie de nerviosismo estomacal y parte de una alegría que no conocía ni había experimentado.


El concierto llegó a su fin y el vocalista invitó al público a tener un encuentro personal con Jesucristo.


Julián quería hacerlo, pero no se quería conformar solamente con pasar al frente con toda la muchedumbre, quería esperarse para acercarse al vocalista y platicar con él, por primera vez había sentido que alguien podía entender lo que estaba en su interior.



La gente empezó a salir de la iglesia, los asientos estaban casi vacíos y Julián seguía esperando a que el vocalista estuviera sin tanta gente alrededor para que le prestara un poco de atención, algunos le tomaban fotos, otros le pedían autógrafos en las Biblias, y Julián esperaba.


Casi media hora y el artista no dejaba de bromear con su publico, de recibir flashazos o coquetear levemente con las chicas que se le acercaban, por fin se decidió a acercarse, estaba frente a él, dos veces había estirado tímidamente la mano, pero siempre había alguien más que se le adelantaba a felicitar al vocalista.


Julián estaba convencido de que iba a ser imposible hablar con él, pero al menos quería saludarlo para agradecer su mensaje. Con muestra de decisión que no le era común se le puso totalmente enfrente y le estiró la mano diciéndole que agradecía su mensaje, el cantante con esa sonrisa que parecía petrificada pero bien ensayada, solamente le dijo “Ah si, gracias, afuera esta mi nuevo disco” mientras con la otra mano saludaba de lejos a algún otro conocido. Julián sintió que no le estaba poniendo la atención que él le puso mientras cantaba y con cara seria y vacía solamente le dijo: “¿Podrías hacer una oración por mi esta noche?”.


El artista sin prestarle la atención necesaria simplemente dijo que si, mecánicamente, le dio una palmadita en el hombro y se volteó a saludar a otras personas que ya conocía.


Julián regresó a casa solo, eran casi las doce de la noche y seguía en su recámara, sin música, sentado frente al espejo sin expresión alguna y repasando en su mente lo que había escuchado y visto.


Se sentía triste, más que nunca. Tomó una hoja de papel y escribió ahí una frase que dejó pegada en el espejo. Apagó la luz de su recámara y encendió la música.


Al día siguiente la policía sin más problemas reconoció que había sido un suicido, simplemente uno más.


Encontraron a Julián tirado en su cama boca abajo, muerto. La música seguía tocando y en el espejo una nota que decía: “¿Podrías hacer una oración por mi esta noche?”








DIECISIETE AÑOS

DIECISIETE AÑOS
Paco Palafox
1999



Eran las once y media de la noche, estaba llegando a mi desordenada habitación con un tremendo cansancio, habían sido tres largos días de enseñanzas, predicaciones y alabanzas en un congreso más de esos en los que siempre nos lanzan retos, claro, cansado pero con nuevo ánimo, pues a partir de ese próximo Lunes, estaba decidido a "impactar al mundo” y "ganarle la pelea al enemigo".

Apenas si tuve tiempo de comer algo antes de dormir, realmente estaba fatigado, ni siquiera me fui a cenar con los amigos al terminar la ultima predicación, quería que la mañana siguiente fuera un día especial, un renacer a mi vitalidad cristiana, sabía que era un instrumento escogido por Dios que iba llevar salvación a este mundo tan tristemente perdido. Mientras seguía hablando conmigo mismo, trataba de acomodar las sábanas revueltas que había dejado por la mañana para intentar darles forma y meterme en ellas, por fin estaba adentro, la luz apagada y sólo un pequeño reflejo del foco que venía de la calle era lo que bañaba de una tenue obscuridad toda mi recámara.

Aun no estaba bien dormido cuando repentinamente en la pared de enfrente, donde tengo colgados todos los distintivos de los congresos a los que he asistido, se empezó a dibujar algo que parecía ser la figura de un hombre, de pronto me asusté, ¿era un sueño o una broma de la imaginación?, pero sí, efectivamente, era una persona como de unos cuarenta años, tenía aspecto como de cansancio, sin embargo sonriente se dirigió a mi como queriendo platicar, la impresión de ver algo así, me asustó de pronto, sin embargo mientras lo veía caminar a mi, me dio confianza, no sentía opresión ni algo negativamente extraño, así que amigablemente me sonrió y empezó a hablar:

"A partir de mañana vas a comenzar una nueva vida amigo -me dijo-, una vida en la que has decidido servir a Dios de todo corazón, proclamar Su reino en esta tierra y las buenas nuevas de salvación, eso me da una gran alegría, hacen falta jóvenes que estén dispuestos a fortalecer una convicción como la que está naciendo en ti, esa misma convicción nació en mi hace algunos años atrás, y hoy que pude verte con ese fuego nuevo dentro de tu ser, algo me animo y me hizo venir a contarte mi historia, que comenzó la misma noche que tomé una decisión como la que tú tomaste hoy".


El hombre se sentó cómodamente en la silla que está junto a la mesa de la computadora y como buscando recuerdos en el techo, comenzó su historia:

"Faltaban doce días para cumplir los diecinueve años, terminaba la escuela y tenía que decidir que estudiar en la universidad, me interesaba estudiar leyes, quería llegar a ser un abogado reconocido y tal vez no iba a ser difícil, pues era el mejor de la clase; Llevaba tiempo de salir con una linda joven, Laura, esperando el momento de formalizar el noviazgo para llegar al matrimonio, los dos éramos cristianos, y aunque asistíamos a iglesias con diferente doctrina, nuestra esencia y convicción era la misma.

Todo estaba bien, sin embargo un día escuché una conferencia cristiana que realmente movió mi mundo interno, hablaba de la urgente necesidad de salvar a este mundo enfermo y en decadencia, de la falta de obreros cristianos comprometidos con el Señor y faltos de convicciones, de aquellos líderes que el mundo necesitaba, yo desde mi silla comencé a llorar internamente, mi corazón se dolió y un fuerte deseo de servir me impulsó a levantarme de mi asiento en cuanto el predicador lanzó el reto: "¿Quién ira delante de mi?, dice el Señor, Heme aquí", y esa fue la convicción que en el momento tan emocionante me hizo poner de pie, junto a mi se levantaron casi el cien por ciento de los asistentes, en su mayoría jóvenes de mi edad, algunos lloraban, otros sólo jugaban, pero en mi interior en ese momento hice un compromiso genuino y sincero con Dios.

Platiqué con algunos adultos de la iglesia y personas que trabajaban dentro del ministerio, buscaba respuestas y orientación a mi deseo de servir, nadie me dio una respuesta exacta, solamente consejos en general y la recomendación de que me pusiera en oración; el fuego dentro de mi corazón seguía vivo.

Después de intentar ordenar mis ideas y deseos, tomé la decisión de dejar la carrera universitaria y estudiar en un instituto bíblico fuera de mi país, lo que por consecuencia trajo el tener que olvidar la relación de amor que apenas estaba naciendo. Así, recién cumplidos los diecinueve, pasé cuatro años en el instituto bíblico, aprendiendo una disciplina que jamás pensé que existiera, pero me gustaba, día y noche fortalecía mi conocimiento bíblico, en algunas ocasiones, pero muy esporádicas, salíamos a evangelizar, eso me encantaba hacer, aunque nuestros maestros decían que teníamos que ir bien preparados, que esos momentos solo eran de práctica, como si fueran laboratorios los parques públicos y practicáramos simplemente nuestra retórica cristiana para convencer sin creer realmente que en ese momento vidas podrían encontrar respuestas a sus preguntas en Jesucristo.


Al terminar los cuatro años, me fui de misionero por dos años a unas comunidades indígenas que en realidad no me gustaba estar ahí, pero me decían que era parte del proceso de crecimiento en mi vida, pero mi corazón seguía en mi ciudad de origen, con mis amigos de la escuela, en las noches me preguntaba qué sería de sus vidas a casi seis años de no verlos, algunos ya habrían terminado su carrera universitaria, otros tal vez se habrían casado, intenté comunicarme con Laura, y me enteré que ya se había no sólo casado, sino divorciado, eso me dolió mucho.

Pasó el tiempo y tenía ya casi 27 años de edad, mi vida parecía diferente, hablaba diferente, conocía la Biblia de pies a cabeza, podía escribir sermones y predicaciones en cosa de minutos, regresé casa por unos días y me di cuenta que casi no conocía nada, digo, nada de lo que ahí había, todo parecía haber evolucionado en el tiempo de mi ausencia, tan extraño me sentía que no salí a la calle en ese tiempo, mi disciplina no la podía romper, me sentía culpable si no llevaba a cabo mi rutina, oración devocional y ayuno.

Laura se enteró de mi visita, intentó comunicarse conmigo y quería que nos viéramos, pero sinceramente preferí evadir ese encuentro, aunque en algún lugar profundo de mi ser lo deseaba intensamente, pero ahora ella era una mujer divorciada y no se vería bien que saliera con un hombre que estaba a punto de tomar cargo como co pastor en una iglesia al sur del país, en un pequeño poblado de gente marginada en su mayoría, así que en mi entender resistí a ese "viejo hombre" que había en mi y no tuve la cita con Laura.


Por fin llegué a ese poblado, la iglesia tendría unos 50 fieles, no era muy grande, pero había aprendido a que por uno solo que no se perdiera, valía la pena estar ahí. A veces me preguntaba, que hubiera pasado si hubiese salido con Laura otra vez, mi mente revivía los momentos en los que juntos soñábamos y planeábamos un futuro sirviendo al Señor, pero de una forma muy diferente a como lo estaba sirviendo yo en ese momento y en esa población, no me sentía seguro de que era lo que realmente me llenaba, si servir al Señor en esas circunstancias en las que me encontraba o en las circunstancias que mi mente me hacia ver, al lado de una chica que amaba.

Estuve co pastoreando por ocho años la iglesia, llegamos a ser 95 fieles, y cuando había alguna actividad especial lográbamos reunir a unos 120, a veces sentía que éramos pocas personas, mi sueño siempre había sido alcanzar multitudes, el evangelismo masivo en calles, el llegar a ser un abogado reconocido y lleno de Dios, reflejar en mi éxito profesional la verdad de Cristo, pero no, si estaba ahí, en ese pequeño poblado era por algún propósito, que aún no podía entender, pero Dios me lo mostraría.

“No es bueno que el hombre esté solo -me decía el pastor del lugar- mejores son dos que uno muchacho, y la mujer que el Señor te ha preparado debe estar aquí", "necesitas casarte para que un día ocupes el lugar que yo tengo o al lugar que el Señor te envíe, pero con una mujer que te apoye y esté sujeta a ti".

El pastor y yo éramos buenos amigos, sin embargo a veces pienso que nos faltó confianza, el nunca supo del amor que yo tenía por Laura y cada vez que me hablaba de unirme a alguien me recordaba más aún a Laura. Pero su insistencia y la falta de alguien especial que llenara ese espacio en mi vida, me hizo relacionarme sentimentalmente con una linda señorita, fue poco el tiempo que empezamos a salir cuando ella se empeñó en formalizar la boda, al principio trataba de evadir el tema del compromiso matrimonial, pero tampoco podía tener la imagen de un hombre que jugaba con los sentimientos de las chicas aprovechando su cargo en la iglesia así que sin darle muchas vueltas al asunto acepté el compromiso porque creí que en verdad era lo que Dios me tenía preparado, el pastor ya era anciano y alguien se tenía que quedar a cargo de la iglesia, pero un joven soltero nunca podía asumirlo, así que hicimos los preparativos, todo estaba listo y en los primeros días de Septiembre sería la boda.

Era el 6 de Agosto, y como el estallido de una bomba una noche me desperté asustado, en la oscuridad de mi recámara, a mis casi 36 años de edad por primera vez hice una reflexión real de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, ese fuego por las almas perdidas que había iniciado todo cuando tenía diecinueve años se había alojado en un lugar olvidado de mi corazón, tenía ya varios años trabajando en una iglesia, aconsejando gente, y ahora yo era el que necesitaba el mismo consejo que hace 17 años hubiera querido escuchar; mi vocación era esta, sí, el servir y llevar el evangelio a la gente, pero la forma de desarrollarla estaba equivocada, de joven soñaba con ganar almas y hoy solamente las estaba cuidando, y no es que esto no sea bueno, pero no era lo realmente mío, quería llevarle salvación a mis compañeros de escuela y hacia años que ni siquiera sabía de ellos, algunos tal vez eran alcohólicos, divorciados, muertos; la mujer que en verdad amaba no era con quien me iba a casar, sino aquella Laura con quien había dejado enterrados mis sueños, la misma que se había casado y divorciado por haber creído encontrar el amor que dejó en mi.

Habían pasado 17 años, viviendo en un mundo cristiano que me había hecho olvidar que hay un mundo afuera muy necesitado de obtener respuestas que a veces los cristianos guardamos para intercambiarlas con otros cristianos que tienen las mismas respuestas pero con diferentes interpretaciones.

Esa noche no dormí, al contrario, me desperté en todos los sentidos, pude entender que aunque había pasado el tiempo, aun tenía la oportunidad de realizar plenamente la vocación que tenía para servir a Dios, me hubiera gustado estudiar leyes, y llegando a ser un abogado reconocido, frente a tribunales llenos de gente que no conoce al Señor, testificar de Su salvación y Su perdón, pero tal vez ahora eso sería difícil.

Pensé en Laura, y mientras alguna lágrima corría en mi rostro, pude estar seguro que ella era la mujer que Dios tenía preparada para mi, no importaba lo que había pasado, pues no fue El quien hizo que pasara, fuimos nosotros mismos por tomar la decisión incorrecta, pero el tiempo enseña, y aunque la enseñanza fue difícil, en ese mismo instante entendí cual era mi misión en este planeta.


La mañana siguiente, sin perder más tiempo, hablé con el pastor, después de tantos años le mostré mis más profundos sentimientos y deseos, y mientras la platica se desarrollaba, dentro de mí sentía una liberación que nunca antes había sentido, el pastor me escuchaba y sus ojos se ponían vidriosos, como si estuviera sintiendo lo que yo sentía en esos momentos, al final sólo me dijo que estaba de acuerdo conmigo, pues el tenía la convicción de que no había sido yo solo quien estaba tomando la decisión de dejar ese lugar y regresar a buscar del pasado, mi futuro, sino que sabía que Dios mismo estaba apoyando esa decisión, después de decirme eso, me dio un fuerte abrazo y los dos soltamos un llanto contenido de tiempo atrás, no se cuanto pasamos abrazados llorando, pero fue como unir los sentimientos y descargar la más profunda tristeza, luego, al separarnos, me sonrió pidiéndome que fuera cuidadoso al darle la noticia de mi rompimiento a la que hasta ese momento era mi prometida, que no fuera a lastimarla demasiado, después me sonrió dándome un fraternal puñetazo en el hombro izquierdo, sonriendo aun con los ojos llorosos me pidió tenerlo al tanto de lo que hiciera, dijo que apoyaría mi ministerio en todo lo que pudiera y que agradecía a Dios el haberme conocido, nos estrechamos la mano y limpiándome los ojos salí de su casa.

No fue nada fácil hablar con la que supuestamente iba a ser mi esposa, durante todo el camino a su casa iba practicando en mi mente frases para decirle que no la fueran a lastimar, cuando ya tenía listo lo que iba a decir, al momento de estar con ella lo olvidé todo, la retórica para convencer que tantas veces usaba en mis sermones se había ido en ese momento, pero Dios puso en mi boca palabras que la ayudaron a entenderme, y aunque noté su dolor, fue muy valiente al no llorar, al contrario ella quiso hacer una oración por mi y por mi futuro, eso alivió lo que yo sentía, entendí que no era solamente el egoísmo de mi parte al negarme estar en ese lugar, sino que Dios en verdad estaba reacomodando las cosas para darme una nueva oportunidad de encontrar mi camino.

Salí de su casa con cierta expresión de culpabilidad aun, sin embargo, cuando ella cerró su puerta y yo caminaba para preparar mis maletas, brinqué de gusto sintiéndome libre, no sabía de que, pero libre.


De camino a mi vieja casa, en donde aun vivían mis padres, no dejaba de repasar en mi mente todo lo que habíamos deseado hacer por el Señor Laura y yo, no le avisé que iba, pero en mi corazón estaba claro que el reencuentro sería para unirnos eternamente.
Llegué a mi casa y respiraba un aire diferente, mi llegada sorprendió a todos, y más les sorprendió saber la decisión que había tomado, ahora con los ahorros que tenía me casaría y haría florecer y dar fruto aquella semilla que Dios había sembrado en mi corazón 17 años antes.

El reencuentro con Laura fue tan sorpresivo como sorpresivo fue sentir que estaba renaciendo a un mundo que había abandonado años atrás, como si hubiera estado secuestrado dentro de mi mismo. Mientras yo pasé esos años de rodillas pidiendo por la humanidad, la humanidad estaba no sólo de pie, sino caminando a un paso tan veloz que me sería muy difícil tomar, sin embargo podía escuchar esa voz interior que estaba conectada al cielo diciéndome: "no es tarde, lo vamos a alcanzar".

Ahora han pasado sólo unos meses desde ese regreso, estoy casado con Laura y muy feliz reencontrándome con antiguos amigos, viejas amistades con nuevas personalidades, escuchando sus problemas y dándoles opciones, estaba comenzando todo de nuevo...

Sin embargo, a lo que yo vine contigo esta noche, es solamente a decirte esto, a darte un consejo que me hubiese gustado escuchar a tu edad, y es que una decisión de servicio no solamente se debe tomar por un emocionalismo momentáneo, porque puedes perder años en vez de ganar almas, piensa centradamente cuál es la vocación que tienes, tus dones, tus habilidades y lo que más te gusta hacer, el llamado es el mismo para todos , "ir y llevar las buenas nuevas a la gente", pero la forma en que desarrolles tus dones y talentos especiales son los que van a lograr lo que Dios desea de ti, sintiéndote feliz de hacer lo que te gusta hacer, y no únicamente creyendo ser feliz haciendo lo que te digan que es lo que debes hacer, Dios no te va a obligar a hacer algo en lo que no estés contento por siempre, eso lo hemos hecho los hombres, tu simplemente deléitate en El y El concederá las peticiones de tu corazón.

No pretendas copiar como si fuera una receta lo que otros han hecho para hacer lo mismo con tu vida, cada uno de ellos ha decidido la forma en que se va a desarrollar su ministerio, y con esto no quiero decir que el tiempo que estuve allá fue malo, o dedicar la vida así sea malo, no, pero eso simplemente no era lo mío, así como para algunos es lo mejor ese estilo de vivir el evangelio, no era el mío, tal vez muchos como yo, aunque están sirviendo, sus corazones están en otro lado, pero muchos como tu que están en la línea que divide lo que es de lo que será en sus vidas tienen la oportunidad de razonar su fe, llegando a tomar la decisión que sobre todo esté en Su Voluntad y te de felicidad, si llegas a ser ministro, pastor evangelista o lo que quieras con un titulo de iglesia, puede ser tan fructífero, como aquel abogado, licenciado, escritor, periodista, deportista, ama de casa, electricista o lo que tus habilidades permitan, pero la esencia es lleva el evangelio sin pensar que solamente unos cuantos "estándares" de servicio, cada uno de nosotros de forma individual y tan personal como la huella de tu pulgar, es como Dios te va a usar siempre y cuando la principal comunión sea con El, aprende a escucharlo y a ser sincero con El, y de una u otra manera te hablará y te hará sentir que es lo mejor para ti, ...."

El hombre se levantó de la silla, mientras se levantaba sonriente, miré de pronto a la ventana de mi recámara, la oscuridad de la noche se desvanecía, los primeros rayos del sol se levantaban, regresé mi vista a la silla y el hombre ya no estaba, el reloj que duerme junto de mi, marcaba la hora de levantarme, en cosa de segundos comenzó a sonar la alarma, no sé porque la noche se me hizo tan corta, no sé exactamente que me quiso decir ese hombre, ese sueño, sin embargo, estaba listo para despertar, para levantarme y sobre todo sintiendo que después de tantas noches, por fin había descansado.








UNA VEZ MÁS

UNA VEZ MÀS
Paco palafox
2002



Dicen que las historias de dos (por no decir de amor) empiezan cuando menos te das cuenta, y en circunstancias en las que menos piensas que puedan suceder.

A veces las planeas a veces simplemente se dan, a veces son rápidas a veces lentas, a veces furiosas a veces tranquilas, a veces lindas a veces no tanto, a veces eternas, a veces muy cortas, como la que me trajo aquí y sigue fresca en mi memoria.

Decir que he vivido toda clase de historias de dos sería alardear, seria mentir; pero bañarme de inocencia sería peor, o peor aun decir que no conocía el contexto de la situación, pero ésta vez el papel, sin darme cuenta cuando ni por qué, simplemente dio la vuelta.

Quizá no tengo con quien hablar esto y por eso escribo, alguien podrá leer y casi nadie entender lo que digo, porque ni yo mismo lo entiendo, no sé a quién culpar, si a mi imaginación o al café mezclado con las aspirinas que me impiden cerrar los ojos por las noches y me abren el flash back mental, como película antigua asustándote su realismo.

Y aquí estoy, casi como empezó todo, frente a un frío monitor mezclando lo real con lo ficticio, mezclando colores para dibujar un presente y leer un pasado, recordar el futuro que solo guardaré en mi memoria y así, mi paleta de escritura mezcló un rojo corazón, con un gris cerebral, la combinación pocas veces es buena, algunas te hace mover la vista, te lastima y otras simplemente te hace cerrar los ojos, pero esta mezcla fue especial, la encontré en uno de esos lugares en donde abundan historias perdidas, historias que no existen pero que son, una de esas que crees que ya habías vivido pero no hay ni un sólo testimonio de que hubiera sido real, y en la arqueología del corazón no aparece nunca ese Indiana Jones que se atreva a desafiar su alrededor y alcanzar la pieza deseada.

Dije que escribiría algo sobre ella, quería hacerle un cuento, un relato, quería conocerla un poco más, más allá de su piel, más que saborear su olor y enredarme en sus brazos, sentir mucho más que sus besos, quería encontrar un poco más de inspiración, sin importar la transpiración, sin importar que por la ventana se metieran miradas morbosas o espectadores anónimos, anónimos como nosotros mismos, con la interrupción de los nudillos en la madera, o de la campana que anunciaba un round finalizado en el ring de la pasión.

Empezaba a meterme en sus ojos, pero no en donde casi todos llegan, sino en ese lugar al casi nadie toma en cuenta, en el negro de sus ojos, en el centro de su mirada y no sólo quería meterme, además quería perderme, quería estar, quería encontrar el laberinto sin mapa de salida, quería sentirme desesperado de felicidad por sentirme afortunado de acceder en lo profundo de su alma, entrando por la ventana, yo no tenía la llave de la puerta, pero tampoco la quería pedir, simplemente como niño haciendo una travesura y sintiendo la emoción de sentirse descubierto por el dueño de la casa, y correr antes de ser atrapado, yo solo quería entrar por la ventana, me hubiese conformado con asomarme dentro, pero me descubrió antes de hacerlo, antes de estar dentro de donde ya no puedes salir, medio cuerpo, media alma, dicen que dos medios hacen un entero, pero cuando en medio hay otros dos la aritmética falla, y se reprueba el examen.

No sé qué fue lo que me descubrió, no era la primera vez que me metía a hurtadillas a un alma, no era la primera vez que creía dominar el terreno, tal vez fue mi exceso de peso, la sinceridad a veces no es bien digerida y muchos prefieren ser más lights en ese aspecto, quizá ese fue mi error, llenarme de tanta sinceridad y se derrumbó el laberinto, dejando sólo un adiós frío sin más

Dos fotografías, una ropa manchada como lienzo de un pintor de amor dibujando la palabra "prohibido" en ella; olor a sensualidad en el ambiente y dos botellas que guardan un secreto, uniéndose con el cristal de las copas improvisadas y una música antigua que nos hace volar al deseo.

Un correo electrónico con ganas de decir más y un nombre bloqueado en Messenger, dos tontos que intentaron creerse lo suficientemente seguros de que no pasaría nada a los corazones y les pasó. Un viaje juntos que nunca se realizó, una montaña de deseos entelarañados y un beso al aire sin destinatario seguro.

Una Biblia abierta en mi repetida historia del Sansón con su Dalila, aunque en esta ocasión nadie rasuró mi cabellera, nadie preguntó de dónde venía mi fuerza, porque tal vez nunca nadie la notó, no tuve atadas las manos al despertar, lo único que tuve fue la vergüenza de haberte fallado… una vez más.





JUNTOS EN MI TUMBA


JUNTOS EN MI TUMBA
Paco palafox


Al menos fue un viernes por la noche cuando mi corazón dejó de juguetear marcando bits extraños sin ritmo secuencial, la mayoría de la gente cercana estaba viendo televisión como a las nueve de la noche y la noticia la recibieron cerca de la una de la madrugada, pocos salieron de cama para ir al velorio, pero en la mayoría no hubo más problema para visitarme por última vez el siguiente sábado por la mañana, y ahí estaba yo, vestido con un modesto traje de madera, maquilladas las ojeras pero no la soledad y con un poco de brillo en los labios, no tanto para no perder la hombría pero si la sequedad, una Biblia negra con bordes dorados que abrazaban mis manos sobre el pecho, como asegurando que por fin tendría tiempo de sobra para leer esa carta de amor, recostado sobre una tela blanca satinada, con algunos dulces y notitas familiares alrededor, a unos minutos de ser sembrado en ese campo de espíritus sonrientes, festivos y algunos de vacaciones, dispuesto a dar el fruto del recuerdo regándolo con agüita de algunas lágrimas sinceras que llevaban la firma anónima de un “te extrañaré”.

Siempre había imaginado ese día, a veces emocionado, a veces medio frustrado, por fin la historia de mi vida se compactaría en no más de unos minutos mientras el elevador del sepulcro tocaba fondo, ahí, la espera previa para el descenso tenía de fondo musical una tranquila e inexpresiva voz masculina leyendo el salmo veintitrés, ¿por qué nadie llevó la música que pedí?, con mis ojos cerrados sin luz pude observar todos los tesoros que acumulé, todas las personas que conocí y las situaciones importantes que viví.

Y ahí estaban…casi todos.

Mamà sonriendo triste con las invitaciones sin rotular de mi boda que nunca se planeó, el recuerdo de mi padre que nunca tuve y según él una vez al año preguntaba por mi, los exámenes de sangre que por no estudiar fueron los únicos que reprobé, las fotografías de amigos que yo nunca tomé pero siempre aparecían mis enemigos sonriendo junto a mi, las ruinas de una iglesia a la que puntualmente asistí sin visitar, la lengua de un pastor sin boca hecha tacos y acusando mi actitud, la niña del pandero que sin tocarlo y en minifalda danzaba una coreografía de Madonna, un video pirata de mí mismo tratando de ser yo.

Había también como testigo de mi adiós una pecera guardando las lágrimas que acumulé para llorar cuando valiera la pena, ese Hugo Boss negro que compré sin dinero y usé la primera vez que tuvo éxito aquél utópico proyecto que nunca nació, el recién nacido que sin abrir los ojos me llamó “papá” y desapareció en esa alberca de pelotas de color pálido azul, mi mejor castillo de arena mojado por el sunami en la playa de las falsas promesas, la docena de camisetas negras del mismo modelo que usaba para verme diferente cada vez que no te vi, la cajita metálica de sueños que fueron abortados por tu realidad, ese cheque de un millón, que sin fondos se podía cobrar en el banco de la ilusión.

A menos de medio metro de una pequeña corona de flores blancas estaba la vecina chismosa que aún con su dulce veneno era la única de mi edificio que decía la verdad, esa amiga de Internet que sin decir que me deseaba soñaba conmigo mientras llovía en sus noches de fantasía, la cajera del banco que se sentía en libertad de darme un billete de menos sólo por guiñarme el ojo haciéndome sentir obligado a no reclamar, el perro labrador al que llamaba gato y ladraba sólo cuando veía alguna falda de color, el gordo tío Samuel que a sus sesenta seguía casado con dos chicas de veintitrés, limpiando el sudor de sus manos con billetes verdes como él.

También de invitados vi los dos edificios que están frente a mi departamento con ascensores que suben y bajan constantemente pero siempre descansando en sus números rojos, un trío de ratones que robaron mis zapatos, una gata con botas que con su tierna mirada supo sacar su espada cortándome el deseo y asaltándome la integridad, robó mi tiempo regalándome esa eternidad que duró apenas unos segundos, una espina de pescado que se atoró en mi garganta un poco antes de salir al púlpito impidiéndome hablar más, mi aburrido sitio de Internet caducado en sus ideas, aprendidas pero incomprendidas, sin embargo fue el único dominio propio que adquirí, un colorido álbum con estampitas de todas esas chicas que amé sin querer, llenando las hojas del principio y faltando las del final, donde se repetía sólo tu estampa que nunca pude encontrar.

No podía faltar al evento la prima Eva con un pastel de manzanas que servía de aperitivo para todos mientras tomaban café, al tiempo que su esposo ofrecía el catálogo de diseños de ropa interior que juntos elaboraban, media docena de libros que llevaban mi apellido con hojas en blanco para leer en Braille sin usar las manos, cien carteles anunciando un evento para un futuro espectacular que fue suspendido por unas gotas de lluvia, tres hadas de un cuento infantil que tiraban polvo de oro sin valor dando su diezmo amenazadas con una pistola en la sien a manos de un líder religioso.

Mientras seguía observando detenidamente a todos alrededor de mi adiós, me interrumpió esa voz masculina e inexpresiva diciendo el amén que logró que dos de los invitados estallarán en llanto, no entiendo por qué, no encontraba el motivo. Sentí como movían mi cuerpo dentro de mi nuevo universo de madera para comenzar el descenso, aceleré la mirada como queriendo pasar lista y al mismo tiempo agradeciendo a todos su presencia, su tiempo, su vida, parecía que estaban todos, no faltaba nadie, escuché el susurro de un árbol preguntando a otro por ti, dijeron que sin cuerpo y sin mirada, pero quizá estabas ahí, tal vez volviéndome a decir adiós.

Y aunque estábamos todos juntos en mi tumba al darme cuenta que no estabas tú, haciendo un rápido y breve resumen de la misma pensé que tal vez mi vida sin ti había sido una vida sin sentido.

Tengo que vivir. Lc. 7.11-17





pacopalafox@hotmail.com

SONRISA DE TELEVISIÒN


SONRISA DE TELEVISIÒN

Paco palafox
2006

Dicen que la primera impresión es una de las que más cuenta en la vida, y en parte creo que tienen razón, nos conocimos de la manera más fría pero moderna a través de los monitores de Internet, durante dos días y en nueve horas escuchaba tu voz sin oírte mientras leía tus palabras en color violeta, la magia de la imaginación y la fantasía de encontrar a esa persona que tu mente en su falsa perfección cree haber encontrado y que había dibujado días atrás, quizá meses, me convenció que eras tú la protagonista de mis ilusiones, sin palpar la realidad eras tú la ideal.

Tres días después mi correo electrónico parecía embarazado de sueños y alegrías que llevaban tu remitente, renglones de sueños y pláticas absurdas acerca de quererse y del amor, tarjetas virtuales llenas de caricaturas con “te amo” y corazoncitos bailarines; esa era mi mejor comida durante la primer semana de verte y tenerte sin siquiera mirarte, y nunca faltaba el aderezo que ponía el toque de credibilidad tan especial, “esto lo preparó Dios para nosotros, tú eres esa persona especial que tanto le había pedido y más aun rebasas mis expectativas”.

Mi celular no me dejará mentir, fue testigo presencial de la escena del crimen, bueno, en ese entonces no había nadie inculpado, ni un inocente en el caso, solamente el motorola recibía de tu número y con tu nombre esos mensajes que me hacían sentir importante y verdaderamente querido por ti, claro que mi plateado testigo cada que levantaba sus pestañas para recibir tus mensajes con ese cursi tono que anunciaba tu presencia celular, más tardaba en leer que en lo que salía una respuesta igual de pegajosa por la miel derramada en cada letra, pero para que negarlo, me encantaba esa sensación y disfrutaba cada clic al abrir y cerrar a ese plateado cómplice del amor contemporáneo.

Vivíamos a una noche de distancia por tierra, pero a un clic del maus para poder estar juntos, gracias tecnología, gracias Bill Gates… ¿gracias?

Cada día que pasaba, o mejor dicho cada noche de estar juntos a través del monitor creíamos estar más unidos, conociéndonos y creyéndonos más todo lo que decíamos uno del otro y para el otro, tus fotografías ocupaban ya gran parte de mis ochenta Gigas, y eso lo disfrutaba, hubiera expandido la memoria de ser necesario mientras más de ti estuviera en mi monitor, todas eran perfectas, parecías una estrella de televisión, mi cuadrada mente cristianoide no podía entrelazar esa idea de una chica tan guapa y a la vez tan enamorada de Dios.

La forma en la que me escribías de Él y cuanto lo amabas más allá de hacerme sentir celoso me daba ánimos de poder llegar a estar en tu corazón en un pequeño lugar, mientras tú ya ocupabas una habitación principal dentro de el mío, que decir principal, la presidencial, la más lujosa, la preparada solamente para alguien sumamente especial y que nunca había sido ocupada esperándote aun sin conocerte, ahí estaba en mi corazón, para ti y ya habías entrado, la única llave la tenías tú, no había copias en caso de emergencia, si se llegaba a cerrar y se perdía sería muy difícil o imposible volverla a abrir.

Si no estábamos platicando en línea podía pasar horas viendo tu colección de fotografías, diferentes colores, diferentes escenarios, diferentes peinados pero siempre esa misma sonrisa, esa sonrisa tan perfecta, tan blanca que deslumbraba aun sin verla directamente, tan estudiada, aunque me encantaba y la disfrutaba la verdad es que siempre dude un poco de ella, tan igual que me hacia pensar que era irreal, pero al poco tiempo dejé esa idea y me acostumbre, pero… ¿en dónde había visto esa sonrisa? Sonrisa de portada, sonrisa de desfile, sonrisa de pose, sonrisa fingida, sonrisa estudiada, sonrisa sin sonreír, sonrisa de televisión…sonrisa que me convenció.

Por fin llegó el día, treinta y cuatro días después de nuestras primeras nueve horas de Internet, una noche de camino y unos nervios como de un mentiroso ante el polígrafo, la diferencia es que yo no mentía, la diferencia entre la frialdad del Internet y la realidad era abismal, las imágenes que me había hecho en mi mente y en mi fantasía de ti y a través de las fotografías no correspondían a quien tenía frente a mi, no, no me sentí engañado, me sentí superado por la realidad, ya que verte vestida así, con esa blusa blanca me hizo sentir que caminaba en ese umbral que te lleva de la muerte a la vida eterna, al cielo mismo rodeado de ángeles, y el más hermoso estaba ahí con esa sonrisa hipnotizante.

No sé si era el foco de mas de cien watts de tu sala, la lentejuela de tu blusa o simplemente resplandor angelical, pero me sentí algo mareado al tenerte de frente en la realidad por primera vez, después entendí que era el cambio de altura de una ciudad a otra, pero en ese momento todo fue mágico, tan mágico que mientras llegábamos a ese restaurante para cenar en ningún momento pisé el suelo y solamente sentía esa lluvia de estrellas que nos acompañaba junto con el cuarteto de violines que seguía cada uno de nuestros pasos, las cosas se transformaban al avanzar.

Mientras nos asignaron mesa recuerdo como la luz del lugar bajo de intensidad, se encendieron velas en cada mesa una lejana de la otra para disfrutar intimidad entre las pocas parejas que había ahí, algunos meseros se convirtieron en palmeras otros de los que cenaban flotaban hacia arriba y se convertían en cascadas de luces de colores que caían lentamente en las esquinas del lugar y se sentía una suave brisa de mar en el ambiente, podíamos oír las olas, la música de violines seguía con nosotros pero era más linda la música que escuchaba de tus labios, la que veía de tu sonrisa, esa sonrisa de televisión que me tenía atrapado y como Pablo me hacía llegar al tercer cielo solamente de sentirla tan cerca de mi…

Las horas juntos esa primer noche se hicieron segundos, la cena se terminó y caminamos frente al mar, sí, en serio, eso fue real, ahí sin decir más palabras nos abrazamos y por fin pude probar esa sonrisa de televisión que por segundos dejó de serlo para convertirse en un beso real, tan real como la brisa de mar que me hacía sentir la piel pegajosa, tan pegajosa que no permitía que nos separáramos en ese abrazo, el primero de muchos, el mejor de todos…

El reloj encendió su luz preventiva diciendo que era tiempo de regresar, nos volvimos a despedir esa noche real, con la esperanza de seguir el sueño al día siguiente, te dejé en casa con otro beso en la frente, cerraste la puerta y yo brinqué sin que me vieras y por poquito atrapo una estrella entre mis manos, pero la estrella era fugaz y se movió en el mismo instante que la iba a atrapar, por poquito y era mía…por poquito.

Si creyera en los santos, seguramente hubiese encendido esa noche un par de velas a San Internet en agradecimiento a sus favores recibidos, pero en esa ocasión solamente le dije a Dios: “gracias por regalarme esos momentos de ilusión a su lado”, en la madrugada y sin poder dormir seguíamos nuestra lunada a través del celular, hasta caer dormidos, pasamos la noche juntos… yo en mi cama y tú en mis sueños.

Al día siguiente la historia fue parecida, lo que empezó de modo virtual se sentía muy real, disfrutamos ese fin de semana, y el momento de despedirnos llegó el domingo en la noche, así fue, dolía mucho separarse de tanto amor, pero estaba la ilusión de vernos en un par de semanas más, la noche de regreso a casa la pasé mirando líneas blancas de la autopista que de pronto formaban tu nombre en medio del oscuro asfalto, y seguí así sin poder dormir por pensar en ti, releyendo tus mensajes en mi celular casi oyendo tu voz repitiendo lo que las letras decían y recordando tu sonrisa de televisión.

Pasaron las semanas, los meses y todo seguía mejor, cada vez más amor, cada vez más sueños, cada vez más compromiso, nos veíamos, nos besábamos, reíamos, íbamos a la iglesia y hasta orábamos juntos, el sueño se hacia cada vez más real, hicimos planes y teníamos en nuestra mente un futuro juntos, quizá una eternidad, todo era perfecto, casi tan perfecto como esa sonrisa que me enloquecía, esa habitación presidencial de mi corazón que llenabas se había extendido a todo mi ser, llenabas cada rincón pero seguías teniendo tú la única llave que abría esa puerta de entrada.

Le fuimos infieles al Internet y lo cambiamos por la comunicación diaria por teléfono, eso nos hacia sentir más cerca, más unidos, más enamorados, todo era perfecto, tu sonrisa seguía igual, aunque a veces llorabas no dejabas de sonreír, tu fotografía seguía perfecta, nadie veía siquiera algún cambio, ni yo, que creía conocerte tan bien.

Ayer mientras veía tu sonrisa de televisión, me dijiste que ya no querías estar conmigo, que tu mundo real se estaba comiendo a ese mundo virtual que habías disfrutado, me pediste que formateara mi computadora para volver a tener espacio de almacenamiento al borrar tus imágenes, me pediste borrarte del Messenger, y hasta olvidar el celular, cerraste mi habitación presidencial y dejaste la llave adentro, saliste por la ventana de un balcón oculto una noche así, sin avisarme más, con tu sonrisa de televisión, que entonces entendí que solamente había sido eso, una pantalla que me había regalado algunos capítulos de ilusión, de diversión y de pasión, pero que no querías ir más allá de tu propio guión.

Y aunque nunca preguntaste que opinaba yo y solamente tú tomaste esa decisión, no me queda hoy más que apagar las velas a San Internet y pedirle a Dios que me ayude a abrir de nuevo la habitación que unos meses ocupaste porque necesita estar limpia, presentable, mejorada y abierta para alguien que quiera ocuparla y pueda valorar lo importante, especial y lujosa que fue, sigue y seguirá siendo…








Julio 2006

¿HASTA CUÁNDO?



¿HASTA CUÁNDO?

Escrito en Dic 2000

Paco palafox




Claudia esta sentada sobre su cama, con las piernas como en flor de loto igual que cuando era niña, pero hoy no está con ella esa sonrisa infantil, despreocupada y llena de alegría, solamente la acompaña un pedazo de pastel de chocolate blanco que es su favorito y una taza de café que humeante en la penumbra de su recamara da el toque de nostalgia que siente en su corazón.


Sacó de debajo de su closet una pequeña caja de madera en donde guardaba aquel diario que dejo de escribir a los dieciséis, eran varios cuadernos que fueron testigos de sus emociones, de sus amigos y del correr de los años, hojeaba callada y al leer volvía a vivir algunos momentos, también había fotografías, que son trozos de vida que se van decolorando en el papel pero nunca en la memoria.



Empezó a escribirlo como a los once años, ya sabes, en esa edad en la que los príncipes azules salen de los cuentos para convertirse en tu compañero de silla en la escuela, el hermano de tu amiga o si eres más aventurada en el maestro de Español, y los ves rodeado de polvo mágico cuando hablan y caminando como si viajaran por las nubes en un corcel blanco, amores infantiles a fin de cuentas; Claudia leía anécdotas y se reía en silencio, algunas veces se avergonzaba de la niña que había escrito esas cosas y cerraba súbitamente el cuaderno, pero al reflejarse en el espejo entendía que aquella niña era ella misma y nuevamente volvía a sonreír y a leer, tenía una foto de su amiga Susana, la que en el primer año de secundaria la odiaba por ser más aplicada que ella, pero después de dejarla copiar en los exámenes fueron las grandes amigas, de hecho Claudia era la mensajera entre Susana y Roberto Escalante, el niño del tercer año que gracias a su intervención se hicieron novios en una fiesta de navidad; Claudia no dejaba de sonreír, con una sonrisa un poco extraña, un poco melancólica, seguía dando vuelta a las hojas, estaban los boletos del Circo de Moscú al que la invitaron sus tíos junto con su hermana menor, también encontró los pases que su papá le regaló para que fuera con tres amigas más a ver el “Holiday On Ice”, le encantaba el patinaje artístico, siempre quiso tomar clases, pero nunca tuvo el valor suficiente, se sentía demasiado gorda para hacerlo, y en realidad no estaba gorda, quizá un poco llenita, pero a los trece años la presión de las bromas de los compañeros de escuela y la familia te hacen sentir exageradamente defectuoso.



Tenía tantos recuerdos tan frescos en ese diario, que los minutos pasaban volando en su habitación, ya era un poco más de media noche, y ella seguía leyendo, medio sonriendo, recordando mientras le daba cucharadas al pastel hasta terminarlo.



Llegó a las hojas en donde estaba detallado el momento en el que asistía por primera vez a un campamento cristiano, fue en el ochenta y tres, acababa de cumplir catorce, estaban escritos los detalles del nerviosismo una noche antes de la gran salida, solamente irían de su iglesia dos niñas que eran hermanas y no le hablaban nunca y un chico del que estaba enamorada desde hacia mas de dos años, era Carlos, más bien gordito pero muy simpático, Claudia se emocionó al volver a leer lo que pasó, como si renaciera aquel momento, como si todo fuera a repetirse al dar vuelta a la hoja, tenía anotado el momento en el que rompió el hielo y platicaron, cuando se sentaron juntos en el autobús, cuando fueron pareja en más de dos juegos, esa semana fue intensa emocionalmente y según lo escrito, Claudia estaba segura que Carlos le pediría que fuera su novia en el autobús de regreso, las cosas así lo señalaban y en sus oraciones en voz baja le pedía a Dios que así fuera.



Por fin el campamento terminó, una larga semana de amor platónico, a punto de ser real, de timidez infantil y de recato femenil: “una señorita cristiana tiene que darse a respetar”, tenía muy bien grabadas las palabras que la esposa del pastor decía a una chica que había empezado su noviazgo en la iglesia, pero ella las guardó como si hubiesen sido profecía o maldición en su vida.



Poco a poco los adolescentes fueron subiendo al autobús, de reojo Claudia tomaba de la mano con la mirada a Carlos como diciéndole: “No te olvides sentarte conmigo, hoy puede ser nuestro gran día”.



Julio 8

“…Carlos subió antes que yo al camión, volteo a verme como para estar seguro que iría con él, hasta me ayudó con mi bolsa de dormir, yo pensé que me apartaría el lugar, pero cuando subí estaba sentado junto a Liliana Ramos, la hija del pastor, ella es mucho más bonita que yo, aunque es una sangrona, pero no me quedó mas remedio que seguir caminando hasta casi la ultima fila creo que él no me vio al pasar porque estaba contándole un chiste a Liliana, pero todo el camino me sentí muy triste, solamente miraba el paisaje por la ventana del autobús, porque me dolía ver a Carlos con ella sin que yo le importara, y yo que pensé que por fin iba a tener novio, ayúdame a quitarlo de mi mente Dios, por favor…”

Claudia, sentada en su cama, no pudo evitar el sentimiento al leer su propia historia, cerró su diario y suspirando hacia un pequeño recorrido mental de lo que había pasado unas horas antes de leer su diario ; Su mamá la levantó con un cd de “las mañanitas”, era su cumpleaños y que mejor que despertarla con la sorpresa de que alguien tan especial como su mamá no había olvidado la fecha, apenas ubicándose en el despertar Claudia recibió el abrazo y una cajita con un regalo, agradecía gustosa con esa misma cara que todos hacemos al recibir un regalo sin saber que hay en el interior pero sin querer hacer sentir mal a quien nos lo regala si es que no nos llegase a gustar; era un nuevo forro de tela para su Biblia, con flores de colores y su nombre bordado en una esquina, Claudia sonrió agradecida y le dijo que tenía que apresurarse para no llegar tarde a la oficina. “A tu papá le hubiera encantado venirte a despertar con un beso en tu cumpleaños - dijo su mamá - pero el Señor sabe por qué hace las cosas y hoy debe estar gozoso junto con Él”.


Claudia le dijo que no se pusiera triste, la abrazo y enseguida se metió a bañar.



En la oficina las cosas no fueron muy diferentes a otro día, solamente dos amigas cercanas se acordaron que era su cumpleaños, recibió cuatro correos electrónicos felicitándola, uno de un amigo Guatemalteco que conoció en un Chat, otro de un servidor que felicita a sus clientes en días especiales, uno de Brenda, la amiga de la iglesia y una tarjeta electrónica de su hermana menor que vivía fuera de la ciudad desde hacia dos años que se había casado, cerró su correo electrónico de mala gana, como decepcionada, como queriendo olvidar que ese día cumplía treinta y dos años, cargar la edad no es cosa fácil, y menos si estas sola, sería mucho más fácil si hubiera alguien que estuviera a tu lado para ayudarte a llevarla, a compartir tus años, tu tiempo, tu vida.



Pero Claudia seguía sola, la mayor parte del día se la pasó mirando sin mirar el monitor de su Mac,"¿En donde está Señor?- preguntaba en su interior- ¿En donde está esa persona “maravillosa” que tienes preparada para mi?, Señor , un año más y me estoy volviendo vieja sin sentirme amada por alguien especial; siempre cuidándome, siempre “guardándome”, siempre reprimiendo los deseos de gritarle a algún chico que me gusta, que lo quiero conocer un poco más, siempre esperando un novio, mi esposo, y nunca, nunca Señor ni siquiera he tenido un novio, ¿hasta cuando Señor? "–musitaba.



Siguió recordando lo que había sido ese día, salió a comer con sus dos amigas, fue un restaurante para gente de la edad, la que llaman generación “equis”, música de los ochentas, escuchaban de fondo a Cindy Lauper, Michael Jackson, Tiffany y hasta los New Kids On the Block, Claudia conocía solo algunas de las canciones porque siendo cristiana desde niña le prohibían escuchar cosas “mundanas”, por lo cual parecía estar un tanto fuera de su propia generación.



Las amigas que la acompañaban empezaron con el clásico tema entre mujeres, hablaban de sus galanes y sus conquistas, y cuestionaban a Claudia, se les hacia rarísimo que en los tres años de trabajar en la misma oficina nunca supieran de que anduviera con alguien a pesar de que un diseñador la pretendió por unas semanas pero Claudia no puso atención porque él no era cristiano; ella simplemente trataba de evadir las preguntas, le ponía defectos a cada hombre que mencionaban, unos eran feos, otros flojos, más de uno borracho y de su imaginación sacó a un muchacho que según a ella le gustaba, les dijo que era de la iglesia, total, ellas nunca irían allá para comprobar al supuesto enamorado, el cual sólo existía en la mente de Claudia, en el deseo de encontrar a “la persona que Dios tenía para ella”, como se lo recalcaban tanto en la iglesia.



Dos muchachos sentados en una mesa a lo lejos observaban a Claudia y sus amigas, ellos coqueteaban, y ellas sonreían y se decían una a la otra que les hicieran caso y los saludaran, pero Claudia les dijo que no, que se vería muy feo eso, que solamente si ellos tomaban la iniciativa de saludar, entonces corresponderían.


Los muchachos nunca dieron un paso más hacia ellas.



Terminó el día en la oficina, Claudia se ponía su saco y tomaba su bolso, y el regalito que le dieron en el restaurante, caminaba rumbo a su casa, sentada en el transporte público, veía parejas besándose, riendo, parecía que el mundo se había puesto de acuerdo ese mismo día para recordarle que en su cumpleaños treinta y dos ella seguía sola.



Solamente tenía ganas de estar en su recámara, sin nadie más, conectarse por la noche al Internet y pasarse un viernes más intentando que cupido lanzara “arrobas” en lugar de flechas al monitor de alguien para conocer.



Al llegar a casa se le hizo sospechoso que no estuviera su mamá, no había luces encendidas y su perro no ladraba, abrió la puerta lentamente y al dar un primer paso dentro de la casa “¡SORPREEESA!” (Oh no, lo que faltaba) Su mamá le había organizado como cada año una reunión sorpresa con los amigos de la iglesia, ocho personas estaban ahí, Ernesto y Roxana que tenían ya tres años de casados, el de veintiocho y ella veinticuatro; Sergio de veintinueve, era el director de alabanza de la iglesia y su novia Paty de veintitrés, encargada de las panderistas; Mario, un chico muy galán, de ojos grandes y verdes, era de los pocos que se le hacían guapos a Claudia, solo que su problema era que tenía veinte años, tocaba la guitarra en la alabanza y había sido su alumno en la escuela dominical; Ana laura su amiga y pupila, su compañera de domingos en la clase dominical con los niños de seis; David, el dirigía un grupo de oración, cercano a los cuarenta y dos, soltero y de moralidad dudosa, que parecía que a veces pretendía a Claudia, y sin faltar a ninguno de sus cumpleaños: su Mami, quien con tanto cariño le había preparado a su niña un delicioso pastel de chocolate, algunos bocadillos y hamburguesas para celebrar y dar gracias porque su hija cumplía un año más de vida.



Todos le dieron el abrazo, solamente Ana Laura le llevó un regalo, una mascada de seda color verde pastel que combinaría con su traje de oficina. Platicaban sentados en la sala, de música de fondo el nuevo disco de “Semilla de Mostaza”, los de la alabanza escuchaban y comentaban del cd, Ernesto y su esposa, medio en broma, medio en serio le preguntaban que cuándo se iba a casar, y Claudia contestaba con una sonrisa que evadía el tema que más la lastimaba en esos momentos, pero su mamá tenía siempre la respuesta a tiempo y acertada, “Cuando el Señor le traiga al hombre de Dios que debe de ser para que lo complemente y ella sea su ayuda idónea”.



Claudia se limitaba a sonreír.



Terminaron de comer, dieron gracias a Dios por la vida de Claudia, partieron el pastel y ella prefirió guardar su rebanada para más tarde.



Se despidieron como siempre, con la promesa de verse al día siguiente en la reunión de jóvenes; “No te preocupes, todavía entramos”-le dijo David como queriéndose hacer gracioso, Claudia volvió con la misma sonrisa forzada pero bien practicada los domingos y se despidió de él cerrando por fin la puerta de su casa.



Llamó su hermana, sin más comentarios la felicitó diciéndole: “ya estás vieja hermanita, ya necesito un cuñado eh?”, -“Pues si, todas lo necesitamos Karen, pero dime en donde hay para ir por uno” –Contestó Claudia mientras reía de nuevo con la misma sonrisa de domingos.



Colgó el teléfono y apagó la luz de la sala, la mamá le dio su último abrazo del día y argumentando que estaba muy cansada se fue a dormir.



Claudia caminó unos pasos al comedor arrastrando los pies al caminar, dejó tirados los zapatos, tomó el plato con pastel, apagó la luz de la sala y subió a su recámara…



Sentada ahí, en el presente recordando momentos del pasado, sin poder soñar en un futuro con alguien habían pasado ya por su mente muchos sueños, muchos chicos, pero nunca los podía traer a la realidad…



“¿Hasta cuando Señor, - decía mientras levantaba la cabeza-

hasta cuándo llegará ese amor a mi vida? El tiempo ha pasado y ahora me siento más confundida que cuando era una adolescente, ahora me he vuelto más temerosa de poder acercarme a alguna persona que me gusta, que me interesa, tal vez esa persona especial ha pasado a mi puerta tocando y tuve miedo de abrir; tal vez nunca más regrese y qué voy a hacer, ¿seguir festejando cumpleaños con personas con las que no disfruto más allá de una amistad trivial?, ¿Por qué no puedo compartir este pedazo de pastel con ese alguien especial?, usando el mismo tenedor y dándole de comer en la boca mientras reímos o nos besamos, ¿habrá pasado ya? ¿Cuál es el tiempo que dicen que tienes para mi Dios?, ¿ Cómo he de saber quién es ese hombre?, ¿llegará con brillos en su rostro, o con un resplandor espeluznante, me hará sentir cosquillas en el estómago?, Si así fuera, estoy segura que ya pasó de largo por mi vida; he visto a tantos que me hacen sentir que son “él”, y cuando empezamos a conocernos vienen a mi mente todas esas ideas que he guardado por años, la inseguridad se apodera de mi y nunca puedo expresarle de ninguna manera lo que siento, luego escucho a la gente alrededor, ¿por qué todos se creen con derecho de aconsejarnos sobre nuestra felicidad futura sin conocer lo que deseamos en realidad? y llegan sus consejos, “ éste no te conviene porque no parece un buen cristiano, aquel no está en un ministerio, y tú necesitas a alguien que apoye lo que haces en la iglesia, siempre encontrando los más pequeños defectos en donde yo veo sus más grandes virtudes.

¿Por qué señor?, ¿Por qué permito que me digan lo que tengo que hacer si nadie sabe si es la mejor opción? Sería como tirar una moneda al aire, con las dos opciones, pero yo sin tirarla siempre me quedo con la peor, con la soledad.

Aún guardo esa frase que oí de niña y que nunca hubiese querido escuchar o al menos no tomarla en el sentido extremo: “...Las muchachitas cristianas deben darse a respetar...”

¿Qué quiso decir con eso?, ¿darse a respetar ha sido lo que he hecho toda mi vida? El no salir con alguien a solas por el temor a que pudiesen pensar mal de mi, y cuantas veces me quedé como hoy, un viernes en la noche mirando televisión, y si salíamos era después del grupo de jóvenes a tomar un café o al cine, “No te sientes nunca en pareja porque se puede ver mal”, “siéntate con tus amigas”, me decía esa conciencia o angelito como los que dibujan en las caricaturas, aunque tal vez me equivoqué y era el diablito que limitaba mi felicidad, que me prohibía sentirme llena y que podía encontrar un poco de ese “alguien especial”.

Ya pasa de la medianoche, ya tengo treinta y dos años y no es que me considere vieja o quedada como a veces pensamos y nos lo hacen recalcar las personas que nos quieren, pero siento desperdiciada una parte importante de mi vida. He tenido éxito en la escuela, terminé una carrera, he tenido éxito en mi trabajo, he tenido éxito en la iglesia, soy la responsable de otras personas que trabajan con los niños, pero ¿que me pasó?, ¿en donde perdí el valor de establecer una relación de amistad especial con algún muchacho?, ¿será que todavía tengo una oportunidad de conocerlo?, ¿será que si abro esa puerta y asomo la cara podré verlo a lo lejos, a ese amor que un día tocó y no le abrí?, no quiero pasar un cumpleaños más sola, rodeada de amigos pero sola, quiero abrir esa puerta, y voy a.. y voy...a…pero, y si no es la persona que Tú tienes para mi, bueno, eso lo podré saber en el momento en el que él entre por la puerta de mi corazón, que cursi me escucho, pero mi vida se estacionó en ese campamento, voy a remover los recuerdos y le daré valor a esa niña de mi diario que esperaba el momento de estar en el autobús con su amor, ya no quiero viajar sola viendo solamente a través de la ventana, voy a reclamar mi amor aunque sea la hija del pastor, voy a dejar abierta la puerta y gritarle al chico que pasó, voy a compartir mi próximo pastel con esa persona especial que Dios tiene para mi, y que mi trabajo es descubrir quién es ese hombre que me ha devuelto el valor y que compartirá conmigo los momentos que perdí y los años que me queden por vivir.”


Claudia seguía sonriendo, ahora se sentía emocionada, el diario, las fotos, los recuerdos, y un plato vacío de pastel eran testigos de su nuevo ánimo.



Se oyó la voz de su mamá a lo lejos de otra recámara. “Claudita ya casi es la una de la mañana, apaga esa luz y duérmete que si no mañana vas a estar muy cansada y se te van a notar las ojeras en tu carita, o al menos cierra esa puerta que tu luz esta muy fuerte”.

“Si mamá ya voy a descansar, pero no voy a cerrar mi puerta, quiero que mi luz pueda despertar a alguien que hasta hoy ha estado dormido y mañana en mi cara vas a ver en mi cara algo más que ojeras”



Claudia pasó la mejor de sus noches soñando lo que sería realidad por fin en su vida, soñó sin poder dormir en toda la noche.



Pacopalafox@hotmail.com