¿HASTA CUÁNDO?

Posted on 21:38:00 by Paco Palafox



¿HASTA CUÁNDO?

Escrito en Dic 2000

Paco palafox




Claudia esta sentada sobre su cama, con las piernas como en flor de loto igual que cuando era niña, pero hoy no está con ella esa sonrisa infantil, despreocupada y llena de alegría, solamente la acompaña un pedazo de pastel de chocolate blanco que es su favorito y una taza de café que humeante en la penumbra de su recamara da el toque de nostalgia que siente en su corazón.


Sacó de debajo de su closet una pequeña caja de madera en donde guardaba aquel diario que dejo de escribir a los dieciséis, eran varios cuadernos que fueron testigos de sus emociones, de sus amigos y del correr de los años, hojeaba callada y al leer volvía a vivir algunos momentos, también había fotografías, que son trozos de vida que se van decolorando en el papel pero nunca en la memoria.



Empezó a escribirlo como a los once años, ya sabes, en esa edad en la que los príncipes azules salen de los cuentos para convertirse en tu compañero de silla en la escuela, el hermano de tu amiga o si eres más aventurada en el maestro de Español, y los ves rodeado de polvo mágico cuando hablan y caminando como si viajaran por las nubes en un corcel blanco, amores infantiles a fin de cuentas; Claudia leía anécdotas y se reía en silencio, algunas veces se avergonzaba de la niña que había escrito esas cosas y cerraba súbitamente el cuaderno, pero al reflejarse en el espejo entendía que aquella niña era ella misma y nuevamente volvía a sonreír y a leer, tenía una foto de su amiga Susana, la que en el primer año de secundaria la odiaba por ser más aplicada que ella, pero después de dejarla copiar en los exámenes fueron las grandes amigas, de hecho Claudia era la mensajera entre Susana y Roberto Escalante, el niño del tercer año que gracias a su intervención se hicieron novios en una fiesta de navidad; Claudia no dejaba de sonreír, con una sonrisa un poco extraña, un poco melancólica, seguía dando vuelta a las hojas, estaban los boletos del Circo de Moscú al que la invitaron sus tíos junto con su hermana menor, también encontró los pases que su papá le regaló para que fuera con tres amigas más a ver el “Holiday On Ice”, le encantaba el patinaje artístico, siempre quiso tomar clases, pero nunca tuvo el valor suficiente, se sentía demasiado gorda para hacerlo, y en realidad no estaba gorda, quizá un poco llenita, pero a los trece años la presión de las bromas de los compañeros de escuela y la familia te hacen sentir exageradamente defectuoso.



Tenía tantos recuerdos tan frescos en ese diario, que los minutos pasaban volando en su habitación, ya era un poco más de media noche, y ella seguía leyendo, medio sonriendo, recordando mientras le daba cucharadas al pastel hasta terminarlo.



Llegó a las hojas en donde estaba detallado el momento en el que asistía por primera vez a un campamento cristiano, fue en el ochenta y tres, acababa de cumplir catorce, estaban escritos los detalles del nerviosismo una noche antes de la gran salida, solamente irían de su iglesia dos niñas que eran hermanas y no le hablaban nunca y un chico del que estaba enamorada desde hacia mas de dos años, era Carlos, más bien gordito pero muy simpático, Claudia se emocionó al volver a leer lo que pasó, como si renaciera aquel momento, como si todo fuera a repetirse al dar vuelta a la hoja, tenía anotado el momento en el que rompió el hielo y platicaron, cuando se sentaron juntos en el autobús, cuando fueron pareja en más de dos juegos, esa semana fue intensa emocionalmente y según lo escrito, Claudia estaba segura que Carlos le pediría que fuera su novia en el autobús de regreso, las cosas así lo señalaban y en sus oraciones en voz baja le pedía a Dios que así fuera.



Por fin el campamento terminó, una larga semana de amor platónico, a punto de ser real, de timidez infantil y de recato femenil: “una señorita cristiana tiene que darse a respetar”, tenía muy bien grabadas las palabras que la esposa del pastor decía a una chica que había empezado su noviazgo en la iglesia, pero ella las guardó como si hubiesen sido profecía o maldición en su vida.



Poco a poco los adolescentes fueron subiendo al autobús, de reojo Claudia tomaba de la mano con la mirada a Carlos como diciéndole: “No te olvides sentarte conmigo, hoy puede ser nuestro gran día”.



Julio 8

“…Carlos subió antes que yo al camión, volteo a verme como para estar seguro que iría con él, hasta me ayudó con mi bolsa de dormir, yo pensé que me apartaría el lugar, pero cuando subí estaba sentado junto a Liliana Ramos, la hija del pastor, ella es mucho más bonita que yo, aunque es una sangrona, pero no me quedó mas remedio que seguir caminando hasta casi la ultima fila creo que él no me vio al pasar porque estaba contándole un chiste a Liliana, pero todo el camino me sentí muy triste, solamente miraba el paisaje por la ventana del autobús, porque me dolía ver a Carlos con ella sin que yo le importara, y yo que pensé que por fin iba a tener novio, ayúdame a quitarlo de mi mente Dios, por favor…”

Claudia, sentada en su cama, no pudo evitar el sentimiento al leer su propia historia, cerró su diario y suspirando hacia un pequeño recorrido mental de lo que había pasado unas horas antes de leer su diario ; Su mamá la levantó con un cd de “las mañanitas”, era su cumpleaños y que mejor que despertarla con la sorpresa de que alguien tan especial como su mamá no había olvidado la fecha, apenas ubicándose en el despertar Claudia recibió el abrazo y una cajita con un regalo, agradecía gustosa con esa misma cara que todos hacemos al recibir un regalo sin saber que hay en el interior pero sin querer hacer sentir mal a quien nos lo regala si es que no nos llegase a gustar; era un nuevo forro de tela para su Biblia, con flores de colores y su nombre bordado en una esquina, Claudia sonrió agradecida y le dijo que tenía que apresurarse para no llegar tarde a la oficina. “A tu papá le hubiera encantado venirte a despertar con un beso en tu cumpleaños - dijo su mamá - pero el Señor sabe por qué hace las cosas y hoy debe estar gozoso junto con Él”.


Claudia le dijo que no se pusiera triste, la abrazo y enseguida se metió a bañar.



En la oficina las cosas no fueron muy diferentes a otro día, solamente dos amigas cercanas se acordaron que era su cumpleaños, recibió cuatro correos electrónicos felicitándola, uno de un amigo Guatemalteco que conoció en un Chat, otro de un servidor que felicita a sus clientes en días especiales, uno de Brenda, la amiga de la iglesia y una tarjeta electrónica de su hermana menor que vivía fuera de la ciudad desde hacia dos años que se había casado, cerró su correo electrónico de mala gana, como decepcionada, como queriendo olvidar que ese día cumplía treinta y dos años, cargar la edad no es cosa fácil, y menos si estas sola, sería mucho más fácil si hubiera alguien que estuviera a tu lado para ayudarte a llevarla, a compartir tus años, tu tiempo, tu vida.



Pero Claudia seguía sola, la mayor parte del día se la pasó mirando sin mirar el monitor de su Mac,"¿En donde está Señor?- preguntaba en su interior- ¿En donde está esa persona “maravillosa” que tienes preparada para mi?, Señor , un año más y me estoy volviendo vieja sin sentirme amada por alguien especial; siempre cuidándome, siempre “guardándome”, siempre reprimiendo los deseos de gritarle a algún chico que me gusta, que lo quiero conocer un poco más, siempre esperando un novio, mi esposo, y nunca, nunca Señor ni siquiera he tenido un novio, ¿hasta cuando Señor? "–musitaba.



Siguió recordando lo que había sido ese día, salió a comer con sus dos amigas, fue un restaurante para gente de la edad, la que llaman generación “equis”, música de los ochentas, escuchaban de fondo a Cindy Lauper, Michael Jackson, Tiffany y hasta los New Kids On the Block, Claudia conocía solo algunas de las canciones porque siendo cristiana desde niña le prohibían escuchar cosas “mundanas”, por lo cual parecía estar un tanto fuera de su propia generación.



Las amigas que la acompañaban empezaron con el clásico tema entre mujeres, hablaban de sus galanes y sus conquistas, y cuestionaban a Claudia, se les hacia rarísimo que en los tres años de trabajar en la misma oficina nunca supieran de que anduviera con alguien a pesar de que un diseñador la pretendió por unas semanas pero Claudia no puso atención porque él no era cristiano; ella simplemente trataba de evadir las preguntas, le ponía defectos a cada hombre que mencionaban, unos eran feos, otros flojos, más de uno borracho y de su imaginación sacó a un muchacho que según a ella le gustaba, les dijo que era de la iglesia, total, ellas nunca irían allá para comprobar al supuesto enamorado, el cual sólo existía en la mente de Claudia, en el deseo de encontrar a “la persona que Dios tenía para ella”, como se lo recalcaban tanto en la iglesia.



Dos muchachos sentados en una mesa a lo lejos observaban a Claudia y sus amigas, ellos coqueteaban, y ellas sonreían y se decían una a la otra que les hicieran caso y los saludaran, pero Claudia les dijo que no, que se vería muy feo eso, que solamente si ellos tomaban la iniciativa de saludar, entonces corresponderían.


Los muchachos nunca dieron un paso más hacia ellas.



Terminó el día en la oficina, Claudia se ponía su saco y tomaba su bolso, y el regalito que le dieron en el restaurante, caminaba rumbo a su casa, sentada en el transporte público, veía parejas besándose, riendo, parecía que el mundo se había puesto de acuerdo ese mismo día para recordarle que en su cumpleaños treinta y dos ella seguía sola.



Solamente tenía ganas de estar en su recámara, sin nadie más, conectarse por la noche al Internet y pasarse un viernes más intentando que cupido lanzara “arrobas” en lugar de flechas al monitor de alguien para conocer.



Al llegar a casa se le hizo sospechoso que no estuviera su mamá, no había luces encendidas y su perro no ladraba, abrió la puerta lentamente y al dar un primer paso dentro de la casa “¡SORPREEESA!” (Oh no, lo que faltaba) Su mamá le había organizado como cada año una reunión sorpresa con los amigos de la iglesia, ocho personas estaban ahí, Ernesto y Roxana que tenían ya tres años de casados, el de veintiocho y ella veinticuatro; Sergio de veintinueve, era el director de alabanza de la iglesia y su novia Paty de veintitrés, encargada de las panderistas; Mario, un chico muy galán, de ojos grandes y verdes, era de los pocos que se le hacían guapos a Claudia, solo que su problema era que tenía veinte años, tocaba la guitarra en la alabanza y había sido su alumno en la escuela dominical; Ana laura su amiga y pupila, su compañera de domingos en la clase dominical con los niños de seis; David, el dirigía un grupo de oración, cercano a los cuarenta y dos, soltero y de moralidad dudosa, que parecía que a veces pretendía a Claudia, y sin faltar a ninguno de sus cumpleaños: su Mami, quien con tanto cariño le había preparado a su niña un delicioso pastel de chocolate, algunos bocadillos y hamburguesas para celebrar y dar gracias porque su hija cumplía un año más de vida.



Todos le dieron el abrazo, solamente Ana Laura le llevó un regalo, una mascada de seda color verde pastel que combinaría con su traje de oficina. Platicaban sentados en la sala, de música de fondo el nuevo disco de “Semilla de Mostaza”, los de la alabanza escuchaban y comentaban del cd, Ernesto y su esposa, medio en broma, medio en serio le preguntaban que cuándo se iba a casar, y Claudia contestaba con una sonrisa que evadía el tema que más la lastimaba en esos momentos, pero su mamá tenía siempre la respuesta a tiempo y acertada, “Cuando el Señor le traiga al hombre de Dios que debe de ser para que lo complemente y ella sea su ayuda idónea”.



Claudia se limitaba a sonreír.



Terminaron de comer, dieron gracias a Dios por la vida de Claudia, partieron el pastel y ella prefirió guardar su rebanada para más tarde.



Se despidieron como siempre, con la promesa de verse al día siguiente en la reunión de jóvenes; “No te preocupes, todavía entramos”-le dijo David como queriéndose hacer gracioso, Claudia volvió con la misma sonrisa forzada pero bien practicada los domingos y se despidió de él cerrando por fin la puerta de su casa.



Llamó su hermana, sin más comentarios la felicitó diciéndole: “ya estás vieja hermanita, ya necesito un cuñado eh?”, -“Pues si, todas lo necesitamos Karen, pero dime en donde hay para ir por uno” –Contestó Claudia mientras reía de nuevo con la misma sonrisa de domingos.



Colgó el teléfono y apagó la luz de la sala, la mamá le dio su último abrazo del día y argumentando que estaba muy cansada se fue a dormir.



Claudia caminó unos pasos al comedor arrastrando los pies al caminar, dejó tirados los zapatos, tomó el plato con pastel, apagó la luz de la sala y subió a su recámara…



Sentada ahí, en el presente recordando momentos del pasado, sin poder soñar en un futuro con alguien habían pasado ya por su mente muchos sueños, muchos chicos, pero nunca los podía traer a la realidad…



“¿Hasta cuando Señor, - decía mientras levantaba la cabeza-

hasta cuándo llegará ese amor a mi vida? El tiempo ha pasado y ahora me siento más confundida que cuando era una adolescente, ahora me he vuelto más temerosa de poder acercarme a alguna persona que me gusta, que me interesa, tal vez esa persona especial ha pasado a mi puerta tocando y tuve miedo de abrir; tal vez nunca más regrese y qué voy a hacer, ¿seguir festejando cumpleaños con personas con las que no disfruto más allá de una amistad trivial?, ¿Por qué no puedo compartir este pedazo de pastel con ese alguien especial?, usando el mismo tenedor y dándole de comer en la boca mientras reímos o nos besamos, ¿habrá pasado ya? ¿Cuál es el tiempo que dicen que tienes para mi Dios?, ¿ Cómo he de saber quién es ese hombre?, ¿llegará con brillos en su rostro, o con un resplandor espeluznante, me hará sentir cosquillas en el estómago?, Si así fuera, estoy segura que ya pasó de largo por mi vida; he visto a tantos que me hacen sentir que son “él”, y cuando empezamos a conocernos vienen a mi mente todas esas ideas que he guardado por años, la inseguridad se apodera de mi y nunca puedo expresarle de ninguna manera lo que siento, luego escucho a la gente alrededor, ¿por qué todos se creen con derecho de aconsejarnos sobre nuestra felicidad futura sin conocer lo que deseamos en realidad? y llegan sus consejos, “ éste no te conviene porque no parece un buen cristiano, aquel no está en un ministerio, y tú necesitas a alguien que apoye lo que haces en la iglesia, siempre encontrando los más pequeños defectos en donde yo veo sus más grandes virtudes.

¿Por qué señor?, ¿Por qué permito que me digan lo que tengo que hacer si nadie sabe si es la mejor opción? Sería como tirar una moneda al aire, con las dos opciones, pero yo sin tirarla siempre me quedo con la peor, con la soledad.

Aún guardo esa frase que oí de niña y que nunca hubiese querido escuchar o al menos no tomarla en el sentido extremo: “...Las muchachitas cristianas deben darse a respetar...”

¿Qué quiso decir con eso?, ¿darse a respetar ha sido lo que he hecho toda mi vida? El no salir con alguien a solas por el temor a que pudiesen pensar mal de mi, y cuantas veces me quedé como hoy, un viernes en la noche mirando televisión, y si salíamos era después del grupo de jóvenes a tomar un café o al cine, “No te sientes nunca en pareja porque se puede ver mal”, “siéntate con tus amigas”, me decía esa conciencia o angelito como los que dibujan en las caricaturas, aunque tal vez me equivoqué y era el diablito que limitaba mi felicidad, que me prohibía sentirme llena y que podía encontrar un poco de ese “alguien especial”.

Ya pasa de la medianoche, ya tengo treinta y dos años y no es que me considere vieja o quedada como a veces pensamos y nos lo hacen recalcar las personas que nos quieren, pero siento desperdiciada una parte importante de mi vida. He tenido éxito en la escuela, terminé una carrera, he tenido éxito en mi trabajo, he tenido éxito en la iglesia, soy la responsable de otras personas que trabajan con los niños, pero ¿que me pasó?, ¿en donde perdí el valor de establecer una relación de amistad especial con algún muchacho?, ¿será que todavía tengo una oportunidad de conocerlo?, ¿será que si abro esa puerta y asomo la cara podré verlo a lo lejos, a ese amor que un día tocó y no le abrí?, no quiero pasar un cumpleaños más sola, rodeada de amigos pero sola, quiero abrir esa puerta, y voy a.. y voy...a…pero, y si no es la persona que Tú tienes para mi, bueno, eso lo podré saber en el momento en el que él entre por la puerta de mi corazón, que cursi me escucho, pero mi vida se estacionó en ese campamento, voy a remover los recuerdos y le daré valor a esa niña de mi diario que esperaba el momento de estar en el autobús con su amor, ya no quiero viajar sola viendo solamente a través de la ventana, voy a reclamar mi amor aunque sea la hija del pastor, voy a dejar abierta la puerta y gritarle al chico que pasó, voy a compartir mi próximo pastel con esa persona especial que Dios tiene para mi, y que mi trabajo es descubrir quién es ese hombre que me ha devuelto el valor y que compartirá conmigo los momentos que perdí y los años que me queden por vivir.”


Claudia seguía sonriendo, ahora se sentía emocionada, el diario, las fotos, los recuerdos, y un plato vacío de pastel eran testigos de su nuevo ánimo.



Se oyó la voz de su mamá a lo lejos de otra recámara. “Claudita ya casi es la una de la mañana, apaga esa luz y duérmete que si no mañana vas a estar muy cansada y se te van a notar las ojeras en tu carita, o al menos cierra esa puerta que tu luz esta muy fuerte”.

“Si mamá ya voy a descansar, pero no voy a cerrar mi puerta, quiero que mi luz pueda despertar a alguien que hasta hoy ha estado dormido y mañana en mi cara vas a ver en mi cara algo más que ojeras”



Claudia pasó la mejor de sus noches soñando lo que sería realidad por fin en su vida, soñó sin poder dormir en toda la noche.



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